Fue en Peñaflor o La Doriga, tampoco recuerdo bien, donde otro asturiano, este más joven, acababa de volver también de Bélgica para dedicarse al completo solaz de la nostalgia de su casa. Confesó que lo que más había echado de menos los 37 años que había estado fuera fue el atavismo de cortar la yerba con la guadaña, que tenía a mano como trofeo. El hombre respiraba satisfecho por verse donde estaba; en aquel paraje que todo invitaba a vivir y dar gracias a Dios, rodeado de flores y macetas como su mujer tenía aquello. Tan agradable fue el encuentro que me olvidé de la mochila que llevaba a cuestas. A él volví dos veces porque, no contento con perderme por delante de la casa, al cabo aterricé por detrás, cuando la guadaña hacía de las suyas con la maleza. También la mujer a la entrada y salida del albergue de Villapañada, en pleno campo, entre su casa medio caída y unas berzas que sujetaba con la mano en minúsculo huerto; como esperando los “buenos días” que apuntalan la jornada. Provechoso el tramo que, a no andar mucho, con la imagen de la anciana colgada del aire, me paró un anciano. Cogido por el brazo para que no escapara, contó que no sabía qué hacer con su mujer que no cedía en el empeño. Ella quería divorciarse para quedarse “con todo” su patrimonio, heredado de su mayores, decía, y el cuantificado de una vida conjunta pasada en el bar. No estaba dispuesto a darle nada. No iba a zanjar; todo era suyo y no había forma de hablarle de gananciales; de que, quizá, la mitad fuese de ella, lo que provocó un ataque de tos que por poco se queda ahí, y su mujer de heredera convertida en universal. “No será así”, me lanzó cuando ya me iba sin haberle podido persuadir de nada. Gritaba (a la puerta del local su mujer), que si hacía falta la mataba; que el bar era de él. Uno de los hallazgos más indescriptibles por el poso que dejó su encuentro fue Mr. Shulton. Delgado, firmrecorriendo malaterías del Camino Primitivo para publicar un libro. Los kilómetros que quedaban para El Escamplero fueron reveladores de una realidad desconocida que saturaba en la imaginación la larga pervivencia de lazaretos en Asturias.