Salí de Salas con desconsuelo de no encontrar a Juan Ignacio pese a haberle buscado en el albergue. Desoyendo presagios, había terminado por ir al cuartel general del Santo Oficio, o eso creía. No podría contar el Mar de los Sargazos de mi vida en Chile antes de que él naciera y mirase con la claridad de corazón que lava el alma en cada pestañeo. La vida está llena de frustraciones; cada cual convenientemente etiquetada. Es la alegría de vivir. Hay una compunción que el Camino trata de dar forma al mostrar lo que el destino ha hecho de ti. La mismidad rallada de inconsecuencia; el pozo de los proyectos que se van al traste. Pero, nada baladí, había ganado la Indulgencia Plenaria. Otros intentos y pasados Años Santo de captura habían concluido sin éxito. El año, pues, era Santo en Asturias y su Catedral gloriosa de equilibrios arquitectónicos, depositaria de requisitos que culmina el empeño:
1. Rezar un Padrenuestro en la Catedral por las intenciones del Papa.
2. Un Credo por lo mismo. 3. Confesar. 4. Comulgar.
Cumplimentarlos, pese a ser pocos, me llevó cuatro días. Los que anduve mochila a cuestas tratando de ajustarme a las demandas. Rezaba en la Catedral el Padrenuestro cuando ya había decidido ponerme en ruta. Mirando el tremendo retablo me dispuse a pasar al punto siguiente, el Credo. Mi cultura religiosa no es que sea precaria; sencillamente se quedó anclada donde aún debe ser rescatada. Ensayé la preciosa oración del Credo, pero me atascaba en medio. En realidad, mentía: no pasaba del comienzo. Problema mayúsculo al ocurrir en plena determinación pía. Me había olvidado de saber la plegaria más redonda y compendiosa con el Padrenuestro. Dejé los bancos donde, contrito, me había recogido, y marché a la Sacristía por ayuda, bastante avergonzado por cierto. Allí un cura se interesó por mis cuitas. Su consejo, por solicitud disparatada o falta de verosimilitud, no era posibilista. Fui remitido por vía expedita a la Casa Sacerdotal, adscrita al área de influencia de la Catedral, donde dijo hallaría auxilio. Para entonces era el tercer o cuarto día de mochila al hombro y retrasar el comienzo del Camino.

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