Hacía Los Hospitales hay que pasar por el emporio de Herminia, la estratégica Herminia de las guías que acoge con soltura a todo el mundo. Tiene casi la exclusiva de las provisiones, exulta en todos sus gestos, hiperactiva en atender necesidades jacobeas, por ejemplo, bajar a Borres, donde hay un albergue; proseguir la magna incursión en Los Hospitales, bajar a Pola de Allande o asomarse al embalse de Salime, cuyo aspecto es un poco tétrico. Todo acaba por estar igual después de que no se acuerden de ti. Todo es prescindible y nada mece el tiempo el recuerdo que te lleva sin saber de ti; a qué precio; a qué prisa. No hay sueño sino búsqueda. La búsqueda es sueño, Calderón; no lo que buscas. Todo pierde forma hasta quedar la esencia; la parte alícuota de la nada; se hace solo en compañía de la ausencia. Nada basta al deseo que no se comprende. La especificidad de la piedra es que no lo sabe y le basta; la del hombre, convertirse en cantera. Todo es arrastrar lo que crees que fue tu vida y es itinerario de otro; Inventario del que venga al lado. Los caminos confluyen para anegarse de nuevo. Negar el saludo y dar la espalda. ¿Qué queda de la experiencia tangible de una idea? El velo que descarría. ¿Qué habrá cuando nada tengas? La Banca se lo queda. Todo es diferente cuando no se ve de ninguna forma, paso primero para entender la ceguera; el canto del pájaro que licúa el CO2 cuando le dejan. Todo reluce su nexo con la nada; la existencia de lo que se fue dando un portazo, y cierra España. Todos los años hace el año al revés hasta que no hay años. Sólo haz sin envés; la cara sin moneda. Cruz sin estrellas. Lo mejor del sueño, despertar a lo que huye con él. Todo tú eres las veces que no hablas contigo ni te interpretas, desnudo de recuerdos; despojado de señales que atañen tu conciencia, desvanecen los pasos sin concurso de nadie. La persistencia de la memoria carece de nombre. Se ha fundido; broza de un tiempo laminado y satisfecho. Todo se estropeó cuando vino el por qué. Cuando le abrieron la puerta. ¿Para qué seguir el comatoso canto del silencio, la cáustica verdad del que siempre está en lo cierto y en lo suyo? Había una forma de vivir que se llamaba lo siento, y no estaba mal. Todo era el alboroto de la sangre buscando salida. Habrá forma de vivir en las afueras de la idea, aunque nada contempla más que romperlo sin contemplaciones. Cuando no se puede más siempre hay alguien que te llama idiota; o más rápido sacando el revólver. Se congenia lo que nació muerto de risa; se descompuso pronto en silencio; en la participación brutal de nada en todos los negocios. En el asumido verdor de lo que no se riega y cautiva luminarias de esferas; en la noche tener algo que tocar y extender las manos en la masa del sueño; en la líquida conciencia que, al hacernos peor, reconforta el yerro. Adereza el arrepentimiento no se sabe de qué culpa el chaparrón que anega.

Datos personales