Parece introductor de embajadores. Rafael Cortijo extrae su acervo de raíces que florecen en Monforte de Lemos, con permiso del 50 por ciento que falta, que es extremeño. De Guadalupe. Ganas tendrá de llevar relaciones públicas de las meigas, a alguna de las cuales debió tratar de chico y otras de mayor, aunque lo niega. Callar es su bastión cuando sabe que está en lo cierto, y le importa un ardite llevarse la verdad a casa; su resoluto deseo, en el que sólo manda él por mucho que se intente variar el sesgo. Aunque ya no cumple 25, no está mayor. Difícil saber dónde se encuentra porque su ascendiente gallego por parte de madre le impulsa a estar en todas partes y en ninguna con tal de enterarse, aunque nada más lejos de ser cotilla. Un lord británico tampoco lo debe ser. Hombre de saber y callar a partes proporcionales de la educación que se gasta.Tanto se adelanta a los acontecimientos, que a poco de nacer se trajo el ADN galaico y el ribosoma guadalupano y se plantó en Tineo, lugar del que se empieza a hablar pero no se acaba. Estuvo en Sevilla, pero es igual. En todas partes ha sido él cortado por donde le decía al viento que marchase; así las gasta sin que tampoco lo parezca. Es un carácter; nada le cuesta sacar los truenos de la jaula que lleva en mano cuando la armonía se conturba más de lo estipulado. Donde esté será inalterable; stainless, las más de las veces. Incombustible en la raigambre que domeña y hace suya quiera o no quiera. Se le verá aparecer, si quiere, atildado hasta de voz, elegante siempre. Si todo sigue así, se levantará de las ruinas del próximo holocausto quitándose astillas de encima, arreglándose la ropa y saliendo a ver qué pasa con la Cruz Roja de la esquina, otro de sus afanes preclaros. Tiene algo de Guevara, no del “Che” y su secuela, sino de Fray Antonio en su menosprecio de la Corte y alabanza de la Aldea (véase a Tineo garante de esencias); y del otro Vélez de Guevara y su “Diablo cojuelo”, por su afición a observar fachadas, lo que hubiera hecho de él un buen arquitecto; ratificarlas o poner pegas. En Tineo tiene sus cimientos armados; vive como si nada echara en falta y sólo las verdades cantaran para él las noches de invierno; los pájaros solazaran el resto del año. Rafael capta hasta lo que no tiene remedio. Como es muy listo, se ha especializado en ayudar al prójimo por lo gratificante que resulta, lo que es dar la mano al egoísmo como negocio. Tan escandaloso y fuera de época será pronto atender al necesitado, que en dos veranos estará estatutariamente prohibido por la Autoridad en curso. Qué rara vez hombres así dejan de estar a cargo de lugares importantes; como el “Mater Christi”. Nombre tan dulce al peregrino que invita a trasponer sus paredes encantado. Es sincero. Si hace falta tacha de calamitoso tu estado tras venir de Obona, lugar de nacimiento de la sidra y holgar del gran Feijoó, que tanto influyó. Rafael Cortijo, como Leopoldo en Viñapañada, hospitaleros ambos, enseñan otra vida no anclada a la tarjeta de crédito ni al coche que crispa. Llegué sin avisar, privilegio del más destartalado peregrino de la ruta, lo que agencia distinciones en el Guinness de fenómenos naturales.

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